Con la aparición de las TIC la forma de relacionarnos con otras personas sufre una transformación. Ahora puedo comunicarme con otros de manera anónima, inmediata y desde cualquier punto del planeta. Internet ofrece multitud de oportunidades y beneficias, sin embargo, padres y profesionales de la educación y la salud tenemos que conocer también los riesgos que conlleva el acceso a la Red, especialmente para los menores.
Adolescencia e Internet
Ya sabemos que la adolescencia es una etapa de descubrimiento de la propia identidad y, por tanto, también de la identidad sexual. Internet ofrece, en este aspecto, un enclave más y, en ocasiones se convierte en la vía preferente, para la transmisión de contenido sexual entre adolescentes.
En esta categoría, encontramos el fenómeno del sexting. Se define como el envío de fotos, vídeos o mensajes sexuales de uno mismo a través de Internet, siendo el Smartphone el dispositivo predilecto. Este comportamiento está normalizado entre los adolescentes, quienes lo ven como una forma de coqueteo o de comunicación habitual dentro de la pareja. Dicho de otro modo, se puede usar para mostrar interés en determinada persona o personas a modo de “¿Quieres salir conmigo?” O “¿Te intereso?” Pero visual, o bien como muestra de afecto a la pareja.
Si antes se ligaba más cara a cara y las fotos se intercambiaban en formato físico pero, al fin y al cabo se trata de las mismas conductas, ¿dónde está el problema? Pues bien, el problema del sexting reside en que se trata de un contenido privado y delicado que, una vez enviado, permanece en la Red para siempre y cualquier persona puede acceder a él. Es más, dado el tipo de material del que hablamos, podría usarse para chantajear al menor que lo envió e incluso llegar a formar parte de la pornografía infantil que, desgraciadamente, consumen algunos adultos.
Adolescentes, adultos e Internet
El sexting es una práctica común entre adolescentes, mientras que el llamado online grooming implica a un adolescente y un adulto. Este último, contacta con menores a través de Internet mostrando una cara amable e interesándose por los problemas y el entorno del adolescente, que se siente escuchado y comprendido.
A medida que mantienen conversaciones, la relación se vuelve más estrecha y el adulto recaba más información que usa para ganarse la confianza del menor. Cuando la relación se ha consolidado, empiezan las peticiones de fotografías y encuentros sexuales tanto en persona como a través de Internet. El adulto manipula dentro de lo que el adolescente cree que es una relación romántica, aunque también puede ofrecer dinero u oportunidades de trabajo a cambio del contenido y las prácticas sexuales. Por último, cuando el menor decide acabar con la relación o ya ha finalizado, el adulto suele amenzarle y chantajearle con el contenido sexual que ya posee.
Para minimizar los riesgos que presenta la comunicación por Internet para los adolescentes, recurriremos a una educación adecuada sobre sexualidad y sobre el uso de las TIC.