Estamos convencidos de que has oído hablar de la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa en más de una ocasión. En los medios de comunicación, en conversaciones informales e incluso puede que conozcas algún caso cercano. Estos dos trastornos son los que más han llegado al gran público, pero, ¿hasta qué punto los conoces realmente?

Psicología y alimentación

Para comprender en qué consiste un trastorno de alimentación hay que conocer lo que les mueve a comer menos, atracarse, intentar “compensar” mediante el vómito o el uso de laxantes. Estas personas no están satisfechas con su vida y usan la comida como herramienta para hacer frente a sus problemas. Creen, erróneamente, que alcanzar ese ideal de peso y de cuerpo les hará sentirse bien consigo mismos y con su vida. Las alteraciones en la forma de comer, el qué comen o no, la cantidad de ejercicio físico o los vómitos, entre otros, son una manera de gestionar su malestar emocional nada realista ni eficaz que, además, perjudica aun más su salud.

Trastornos alimentarios y emociones

Ya hemos visto lo que tienen en común estos trastornos: ideal de cuerpo = felicidad. Veamos ahora en qué se diferencian:

Anorexia nerviosa. Las personas con este problema se ven gordas aunque han perdido mucho peso, hasta alcanzar un IMC igual o inferior a 17’5. Tienen un miedo desmesurado a subir de peso y su principal preocupación es la comida, las calorías y el ejercicio físico. No comer, comer lo menos posible o hacer ejercicio se convierte en una forma de control sobre su propia vida, ya que no cuentan con las habilidades para hacer frente a las dificultades vitales (por ejemplo, las relaciones sociales). Se exigen la perfección en todo y, habitualmente, su rendimiento académico es excelente. Además, la opinión de los demás les afecta mucho. En algunos casos, se provoca el vómito o utiliza diuréticos, laxantes o fármacos para adelgazar cuando considera que “se ha pasado comiendo”. Es frecuente que ponga excusas para no comer, que cambie la forma en que come (como cortar trozos diminutos o marear la comida por el plato) o sus horarios de comidas. Cada vez que se pesa, que suele ser a diario, la báscula le dice si lo ha hecho “bien” o “mal”. También observamos otros cambios en su cuerpo: pérdida de la menstruación, piel seca, pelo y uñas débiles, sensación de frío, estreñimiento, mareos, dolores de cabeza, problemas de circulación… A nivel psicológico está irritable, su humor cambia bruscamente, su autoconcepto se basa exclusivamente en la comida y se aísla de los demás.

Bulimia nerviosa. El elemento principal de este trastorno es el ciclo atracón-purgación. Al contrario que en la anorexia nerviosa, la cantidad de comida que ingiere es normal, aunque intercala días de dietas muy restrictivas e incluso ayuno. Sin embargo, es frecuente que se ausenten después de las comidas con excusas varias (desde cepillarse los dientes, hasta ducharse o descansar) para relizar las conductas purgativas: provocarse el vómito, usar laxantes o diuréticos. El ciclo comienza con una dieta restrictiva en la que se prohibe a sí misma alimentos que cree que “engordan”, pero, cuando aparece el hambre, tiene lugar el atracón. Este episodio consiste en ingerir uno o varios alimentos en grandes cantidades (a menudo aquellos que se han prohibido comer durante la dieta) de forma descontrolada, es decir, con la sensación de no poder parar. Los atracones suelen aparecer cuando la persona siente malestar emocional (frustracion, aburrimiento, ira, soledad, tristeza…). A continuación, se llevan a cabo las purgaciones, creyendo que se trata de una forma eficaz de deshacerse de las calorías ingeridas durante el atracón. A medida que avanza el problema, observamos fluctuaciones en su peso, cansancio, dolores abdominales y de cabeza, erosión en la parte posterior de los dientes, cardenales o callosidades en los dedos de la mano, entre otros signos. Además, en algunos casos, se suma a este problema un consumo de alcohol elevado.

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