La convivencia con otras personas a menudo lleva a la rutina. La rutina implica estabilidad, hábitos, conocer los gustos y preferencias de la otra persona y nos ayuda a planificar. Es decir, tiene muchas cosas positivas, siempre y cuando nuestros hábitos sean saludables. Por ejemplo, lavarnos las manos antes de comer, hacer ejercicio físico, comer suficiente fruta y verdura o dormir de 6 a 8 horas diarias.
En conclusión, si nuestras costumbres son beneficiosas, la rutina también lo será. Esto también se aplica en el caso de la convivencia en pareja. Si nuestros hábitos de pareja son saludables, nuestra rutina del día a día nos hará felices.
Hábitos de pareja no saludables
Hay ciertos comportamientos que boicotean nuestra felicidad. Si se incorporan en nuestra rutina serán más difíciles de extirpar. Discutir en lugar de negociar. Gritar en lugar de hablar calmadamente. Saltar de un tema a otro en medio de una discusión. Echar cosas a la cara en lugar de argumentar. Querer tener la razón en lugar de llegar a un acuerdo. Evitar ciertos temas para no discutir. Todas las parejas tienen sus discusiones y sus malos momentos, es normal. Lo que realmente afecta a la calidad de la relación es cuando estos malos hábitos forman parte de nuestra vida diaria, cuando están grabados en la dinámica de la pareja. Llegará un punto en el que solo veamos lo negativo. Solo lo que hace mal nuestra pareja, de lo que no se acuerda, de su falta de consideración, de que no nos da las gracias, de que no nos escucha. Olvidamos lo que nosotros no hacemos porque estamos hartos de esta situación. Como tenemos la sensación de que nuestra pareja no se esfuerza, nosotros tampoco nos esforzamos. Lo que se consigue es una falta de iniciativa en ambas partes: yo no hago nada porque mi pareja no hace nada y mi pareja llega a la misma conclusión.
Una ayuda para empezar a cambiar
El primer paso para cambiar esta desagradable dinámica de pareja es cambiar nuestra visión de la misma. Después de un tiempo de una convivencia difícil, es lógico que empecemos a verlo todo negro. Sin embargo, está en nuestras manos dejarnos arrastrar (la opción fácil) o ser lo más realista posible (la opción difícil). ¿Estoy siendo objetivo? ¿Realmente mi pareja lo hace todo mal? ¿Nunca me dedica palabras amables? ¿Las discusiones son por su culpa? ¿Tengo que hacerlo yo todo? ¿No me apoya en nada? Os planteamos un ejercicio muy sencillo que también pueden aplicar las parejas que se llevan bien (porque mejorar siempre es positivo, ¿verdad?). Coge un folio y escribe en la parte de arriba, a modo de título, “Pillar a mi pareja haciendo cosas positivas”. Ahora haz una tabla con los siete días de la semana. Cada día apuntarás todo lo positivo que tu pareja haga. Desde lo más nimio, como pasarte la sal, hasta hacer la cena o preparar un plan de fin de semana. Tu pareja también apuntará todo lo positivo que tú hagas. Recuerda, eres como un detective o un científico buscando pruebas. Tu objetivo es fijarte en lo positivo. Al final del día intercambiad los folios. Veréis que sois capaces de encontrar cosas positivas y tendréis motivos para estar a gusto con vuestra pareja. Al cabo de unas semanas se convertirá en un hábito, como lavarse los dientes. No te desanimes, al principio lavarse los dientes también se hacía pesado. Este hábito saludable debería estar presente en todas las parejas. De hecho, es un hábito que realizan, sin darse cuenta, las parejas que funcionan. Incorpóralo a tu vida.
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