Una persona resiliente es aquella que es capaz de superar grandes adversidades, aprender de la experiencia traumática y salir fortalecida. Esta característica, la resiliencia, permite no sólo recuperarse ante el trauma sino incorporarlo en forma de crecimiento personal.

Ante un evento en el que peligró la vida o la integridad física como un atraco, una agresión sexual, una catástrofe natural, una situación de maltrato en el seno familiar o una guerra, la persona resiliente es capaz de sobreponerse. Encuentra los beneficios, la parte positiva, incluso en las situaciones difíciles y está motivado para construir un futuro esperanzador. Podríamos decir que se trata del extremo opuesto a verse envuelto en la tristeza, la desesperanza, la vergüenza y el miedo que surgen de la sensación de no poder seguir adelante, de no valer, de pensar que puede volver a ocurrir, de no poder soportar el malestar emocional.

Este concepto surge en los años ochenta y viene siendo objeto de interés en investigación, ya que sería beneficioso conocer qué elementos convierten a una persona en resiliente y utilizarlo para mejorar la salud mental de forma individual, pero también en familias, centros educativos, barrios, etc.

¿Quién puede ser resiliente?

Actualmente, se considera que cualquier persona puede ser resiliente, aunque el conjunto de factores que ayudan a promover la resiliencia varía para cada persona; es decir, lo que ayudó a superar la adversidad a una persona, para otra puede convertirse en un obstáculo.

Definición de resilienciaLa resiliencia puede desarrollarse en cualquier momento del ciclo vital y se trata de un proceso en el que la persona aprende a vivir aceptando lo ocurrido, reconstruyéndose a sí misma mediante dos elementos: sus capacidades personales y las aportaciones del contexto en el que se encuentra. Dicho de otra forma, optimiza sus puntos fuertes y recibe el apoyo de una figura significativa que puede ser un familiar, un amigo, una institución, pero también un lugar o un acontecimiento.

La construcción de la resiliencia parte de unas necesidades básicas cubiertas, esta es la base sobre la que se asientan el resto de elementos. A continuación, tenemos la red de relaciones sociales como la familia, los amigos, el centro educativo, el barrio… Por encima, se encuentra el proyecto vital, la orientación que le doy a mi vida en general, pero también en forma de objetivos concretos. Después nos topamos con la autoestima, los recursos personales (empatía, autonomía, optimismo, resolución de problemas…) y las estrategias de adaptación positiva donde destaca el sentido del humor. Todos estos elementos interactúan para formar la resiliencia.

Factores que promueven la resiliencia

Existen una serie de elementos que nos ayudan a crecer hacia la resiliencia:

¿Recuerdas alguna situación grave en tu vida de la que hayas aprendido? ¿Qué recursos personales usaste para afrontarla? ¿Qué persona supuso un apoyo?

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