Tanto la anorexia nerviosa como la bulimia nerviosa son los dos grandes representantes de los trastornos de la conducta alimentaria, pero esta vez vamos a centrarnos en otro trastorno que también genera mucho sufrimiento y tiene que ver con la imagen corporal y el déficit en el manejo emocional: el trastorno por atracón.
¿Qué es un atracón?
La definición técnica de lo que es un atracón incluye dos elementos clave: la cantidad de comida y la sensación de pérdida de control. En cuanto al primero, se trata de cantidades de comida excesivas, aunque este “excesivo” es algo difícil de precisar. Digamos que la cantidad es mayor de lo que una persona si este problema consumiría en condiciones parecidas. Por otra parte, la falta de autocontrol se vive como un “no puedo parar”, como si se pusiera en marcha un patrón automático. De hecho, la persona deja de comer cuando se encuentra mal físicamente y se ve incapaz de comer más.
Además de estos dos elementos, hay otros que nos ayudan a comprender esta experiencia. Un atracón sucede en un periodo corto de tiempo (no más de 2 horas) y se oculta, es decir, que tiene lugar a solas y en secreto. Puede ocurrir en cualquier momento de día. En algunos casos, la persona pasea inquieta durante el atracón y el impulso de conseguir comida es tal que pueden llegar a robarla a otras personas, en establecimientos o recuperar comida de la basura. Por último, el tipo de alimentos que se ingiere durante estos episodios está muy claro, ya que se trata de los alimentos que se prohíben a sí mismos consumir. Esta comida “nociva” o “que engorda” se intenta evitar para conseguir su objetivo, que es bajar de peso, y suelen atribuir estas características a los dulces con alto contenido en grasas. No obstante, el atracón se define por la cantidad y porque la persona consume aquello que se tiene prohibido, independientemente de la composición de estos alimentos. Y es que se prohibirá unos alimentos u otros en función de sus ideas sobre lo que “engorda” o es “peligroso”, ideas que pueden estar influenciadas por las modas del momento (carbohidratos “malos”, grasas “malas”…) y no por verdades científicas sobre nutrición humana.
Junto con la inquietud y la sensación de perder el control, aparecen otras emociones. Puede que los primeros bocados resulten placenteros, pero este bienestar dura poco. A medida que come, siente repugnancia, culpa y vergüenza por lo que está haciendo. Sin embargo, este malestar no le detiene y sigue comiendo.
¿Qué hay detrás de los atracones?
En líneas generales estamos hablando de una persona con una gran responsabilidad familiar. Su papel consiste en cuidar a los demás, apenas recibe apoyo o atención y se le ha organizado la vida en torno a este rol de cuidador, sin dejarle evolucionar hacia su propio proyecto de vida.
En este punto es donde entra en juego la comida como herramienta para aplacar el malestar emocional y sustituir sus carencias afectivas. La comida no es solo comida, sino una forma de sentirme bien (aunque dura poco) ante los problemas cotidianos, al mismo tiempo que pretendo alcanzar una meta muy importante para mí: bajar de peso. Porque para mí, estar delgado es sinónimo de felicidad porque creo que todos mis problemas y mis “fracasos” surgen de mi sobrepeso u obesidad.